Cuando esto sucede los clientes acaban descontentos, no entienden por qué los procedimientos no funcionan y creen que se debe al profesional que les ha atendido (o sea, tú). A pesar de que has hecho un buen trabajo, los clientes no son conscientes de que hay factores que escapan a tu control. ¿Te suena? Eso solo puede significar una cosa: no has conseguido una oclusión equilibrada. Lo sé porque a mí me pasó lo mismo. Después de encontrarme con varios casos que no podía resolver de forma definitiva, decidí que tenía que buscar una solución.

• Estaba realizando tratamientos sin tener en cuenta el verdadero impacto de la oclusión, por lo que los resultados no siempre eran los que yo esperaba.
• Algunos clientes quedaban insatisfechos y con una sensación de desconfianza que no podía controlar.
• Y lo que es peor, muchas veces me sentía frustrada y perdida porque me faltaban respuestas a muchas preguntas.

Sabía que tenía que mejorar mis tratamientos, por eso decidí cambiar la forma de hacer las cosas y empecé a investigar. Me di cuenta de que la educación tradicional que recibimos en la facultad es limitada, tarda en incorporar los nuevos descubrimientos y se centra solo en la salud bucal, sin tener en cuenta su relación con el resto del cuerpo. No nos han enseñado a manejar el factor que garantiza el éxito de los tratamientos dentales: la masticación.